Siento en mi alma el valor de un cruzado, de un zuavo pontificio. Quisiera morir por la defensa de la Iglesia en un campo de batalla...
Siento en mí la vocación de sacerdote . ¡Con qué amor, Jesús, te llevaría en mis manos cuando, al conjuro de mi voz, bajaras del cielo...! ¡Con qué amor te entregaría a las almas...!
Pero, ¡ay!, aun deseando ser sacerdote, admiro y envidio la humildad de san Francisco de Asís y siento en mí la vocación de imitarle renunciado a la sublime dignidad del sacerdocio.
¡Oh, Jesús, amor mío, mi vida...!, ¿cómo hermanar estos contrastes? ¿Cómo convertir en realidad los deseos de mi pobrecita alma? Sí, a pesar de mi pequeñez, quisiera iluminar a las almas como los profetas y como los doctores. Tengo vocación de apóstol...
Quisiera recorrer la tierra, predicar tu nombre y plantar tu cruz gloriosa en suelo infiel. Pero Amado mío, una sola misión no sería suficiente para mí. Quisiera anunciar el Evangelio al mismo tiempo en las cinco partes del mundo, y hasta en las islas más remotas... Quisiera ser misionero no sólo durante algunos años, sino haberlo sido desde la creación del mundo y seguirlo siendo hasta la consumación de los siglos... Pero, sobre todo y por encima de todo, amado Salvador mío, quisiera derramar por ti hasta la última gota de mi sangre...
¡El martirio! ¡El sueño de mi juventud! Un sueño que ha ido creciendo conmigo en los claustros del Carmelo... Pero siento que también este sueño mío es una locura, pues no puedo limitarme a desear una sola clase de martirio... Para quedar satisfecha, tendría que sufrirlos todos... Como tú, adorado Esposo mío, quisiera ser flagelada y crucificada... Quisiera morir desollada, como san Bartolomé... Quisiera ser sumergida, como san Juan, en aceite hirviendo... Quisiera sufrir todos los suplicios infligidos a los mártires... Con santa Inés y santa Cecilia, quisiera presentar mi cuello a la espada, y como Juana de Arco, mi hermana querida, quisiera susurrar tu nombre en la hoguera, Jesús...
Al pensar en los tormentos que serán el lote de los cristianos en tiempos del anticristo, siento que mi corazón se estremece de alegría y quisiera que esos tormentos estuviesen reservados para mí...
Jesús, Jesús, si quisiera poner por escrito todos mis deseos, necesitaría que me prestaras tu libro de la vida, donde están consignadas las hazañas de todos los santos, y todas esas hazañas quisiera realizarlas yo por ti...
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