sábado, 16 de mayo de 2020

CUANDO TODO PAREZCA PERDIDO Y PARALIZADO

En el siglo diecinueve, hacia su final, y a través de la mayor parte del siglo veinte, muchas herejías abundarán en esta tierra, que será entonces una república libre. La preciosa luz de la fe se extinguirá en las almas debido a la casi total corrupción de las costumbres. Para entonces habrán grandes calamidades, físicas y morales, públicas y privadas. Las pocas almas que preservarán la devoción a la fe y las virtudes sufrirán cruel e indescriptible congoja, algo así como un prolongado martirio; muchos de ellos irán a la tumba debido a la violencia del sufrimiento y serán considerados mártires que se sacrificaron a sí mismos por la Iglesia y la Nación. Para obtener la libertad de la esclavitud de esas herejías, aquellos a quienes el misericordioso amor de mi Santísimo Hijo haya destinado para tal restauración necesitarán gran fuerza de voluntad, constancia, valor y MUCHA CONFIANZA en Dios. Para probar la fe y confianza del justo, momentos vendrán en que TODO PARECERÁ perdido y PARALIZADO, pero esto será LA SEÑAL del feliz comienzo de la restauración completa. Y ENTONCES MI HORA HABRÁ LLEGADO para destronar al orgulloso Satán de manera sorprendente, aplastándolo bajo mi pie y encadenándolo en los abismos infernales, liberando así finalmente a las naciones y a la Iglesia de su cruel tiranía...

En otra de sus apariciones dijo:
“PERO CUANDO PARECIEREN TRIUNFANTES y cuando la autoridad abuse de su poder cometiendo injusticias y oprimiendo a los débiles, PRÓXIMA ESTARÁ SU RUINA, CAYENDO ESTRELLADOS POR TIERRA“Y la Iglesia, cual tierna niña resurgirá alegre y triunfante, y descansará tranquila, acariciada en manos del hábil corazón maternal de mi hijo electo, muy querido, de aquellos tiempos
.


Palabras proféticas dadas por la Sma. Virgen del Buen Suceso en sus apariciones en Ecuador entre los 1594 y 1634 a Sor Mariana de Jesús Torres, del convento de la Inmaculada Concepción en Quito. Las apariciones fueron aprobadas por el Obispo de Quito en 1611. El 2 de febrero de 1634, la aparición predijo que la infalibilidad papal "será declarada dogma de fe por el mismo Papa elegido para proclamar el dogma del misterio de mi Inmaculada Concepción". En 1854, el Papa Pío IX definió el dogma de la Inmaculada Concepción, y en 1870 declaró el dogma de la infalibilidad papal según lo definido por el Primer Concilio Vaticano, cumpliendo así la predicción de Nuestra Señora.

La madre Mariana murió el 16 de enero de 1635, poco después de la última aparición. Cuando su tumba fue reabierta en 1906, se encontró que su cuerpo estaba incorrupto. La Arquidiócesis de Quito abrió su caso para la canonización en 1986.

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